Del fondo del pasado, atravesando siglos y generaciones, se rescata en esta edición la figura portentosa de Tlacaelel, constructor del imperio azteca, cuya ciudad principal Tenochtitlan llego a tener tal esplendor y belleza que fue llamada la de los "cimientos del cielo". Llorado por todo su pueblo rindió el héroe su tributo a la naturaleza, pero antes pudo contemplar una obra portentosa, forjada por su inteligencia. Tiempo después llegarían los españoles, y al contemplar la grandiosa Tenochtitlan creerían estar soñando.
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